¿Viste que en una entrada anterior dije que esa iba a ser mi última entrada relacionada a vos? Bueno, era mentira.
Te extraño, ¿ta? Te extraño como la re puta madre, nunca en mi vida extrañé a alguien así. Más ahora que hace frío y me acuerdo de cómo vos me dabas tu campera de cuero, aunque eso significara morirte de frío, si bien eso casi nunca pasaba porque por alguna razón tenés una especie de calefacción interna, que te envidio porque yo me congelo la mayoría del tiempo.
Y sí, ¿sabés que es cierto? ¿Sabés que no lo quería admitir porque soy una terca de mierda? Sí, es verdad, te hablo mal, te hablo horrible, y no está bien. Pero mi problema es que tengo la necesidad de llamar la atención como una nena malcriada de cinco años, porque estoy acostumbrada a meterme con tipos celosos, y me encanta que lo sean, y vos me dejabas ser porque confiabas en mí, lo que es maravilloso. Y la verdad es que aunque sigo pensando que aquello que me dijiste el domingo sobró totalmente, ya no me importa, no me importa nada, porque quiero volver a verte y abrazarte como antes, y verte hoy me sobresaltó tanto que creí que se me iba a salir el corazón del pecho porque cuando llegué a la clase me lo sentía latir como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar, y lo último que quiero es tener que seguir comiendo compulsivamente de la depresión y los nervios, contando la historia a todo el mundo y llorando de la angustia a escondidas; o lo que es peor, ocultando el llanto.
Por la única razón que no quiero, justamente, que leas mi blog, es porque quiero sentirme libre de subir estas cosas sin que te enteres. Quiero ser libre de putearte y de amarte, de enojarme y de ponerme celosa, y de miles de cosas más sin que vos siquiera lo sospeches, porque lo único que vamos a lograr sino es acumular más malentendidos, y lo último que quiero ahora, es pelearme con vos de vuelta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario